Cosas de grandes

Hace ya unos quince años, cuando era coach de una categoría de rugby infantil en una M12 en Argentina, me tocó arbitrar un partido como cada vez que éramos locales y la regla de cortesía mandaba que el coach local oficiaba de árbitro. Y por las dudas de local o visitante, uno siempre llevaba el silbato por las dudas.

El partido era apretado en el resultado y yo escuchaba que alguien de afuera de la cancha le decía al medio scrum y capitán del equipo visitante que me dijera que tal jugador estaba en offside, que otro metía la mano en el ruck, y que hablara conmigo para pedirle faltas de mi equipo una y otra vez. Todo con la excusa de que era el capitán y que el sí estaba como el capitán que era, autorizado a pedirme explicaciones y marcarme cosas, lo que además de algún modo es falso. 

Mi arbitraje había sido bueno. Y sin mayores sobresaltos por lo que yo tampoco entendía tanta insistencia en marcar tal o cual cosa. El chico miraba al costado de la cancha hasta un poco ruborizado. La voz del hombre seguía y seguía sin parar así que respiré profundo y traté de no escucharla.

Hasta que no aguanté más, paré el partido, lo llamo al capitán del otro equipo que educadamente viene y me escucha decirle: -Decile al Sr que si no se calla le voy a pedir que se retire de la cancha. Yo con vos hablo sin problema, Y si no entendés o tenés duda de alguna falta te la explico, pero el no tiene nada que decir. ¿Está claro?

El chico molesto con el hombre, corre hacia el lateral y le dice: -Papá, dice el árbitro que si no te callás te va a echar de la cancha.

El hombre me mira y se pone colorado como un tomate. Al final del primer tiempo el hombre se me acerca y me pide disculpas de mil maneras, totalmente avergonzado. Le digo que no pasa nada, pero que no puede darle ese ejemplo a su propio hijo y que además el partido no lo ameritaba. Era parejo pero muy tranquilo.

Esto no demuestra que la presión de los mayores le quita uno de los principios del rugby y de cualquier deporte: ES UN JUEGO. Y muchas veces los adultos no entendemos lo que los chicos sí.

A buen entendedor pocas palabras ¿verdad?